TEMPRANITO
Elizabeth Araujo
Libertad de expresión existe.Pero si al Seniat y a los ministerios del
Trabajo y Salud –por no decir un juez ahíto de palmadita en el hombro–
se les ocurre enviar inspectores que verifiquen el cumplimiento de
normas que permanecen agazapadas como letras pequeñitas en los
contratos leoninos, el gobierno entonces no tendrá la culpa del cierre
de una emisora del interior, o del aniquilamiento de RCTV o de la
multa impuesta a TalCual, por referir casos cercanos a la realidad.
Más o menos así opera el razonamiento de viejos colegas, ex compañeros
de clases en la UCV y periodistas de reverberante pluma
revolucionaria, hoy adormecidos en las tardes parlamentarias y sin
debates de la Asamblea Nacional.
A todos, o casi todos, se les vio desfilar en el estudio de Venezolana
de Televisión para responder con impudor lo que en otros tiempos
hubiese sido "un vergonzoso atropello a la libertad de pensamiento".
No me refiero a los saltimbanquis de oficio que prestidigitan sus
opiniones según el gobierno de turno. Para ser más explícita, hablo
del Earle Herrera que se animó a sacar una revista de abierta rebeldía
en los setenta o de la Desireé Santos Amaral que batalló con fogosidad
y decencia en el reporterismo de la calle, para tender su mano a la
gente que sufre.
Quienes los conocen esperaban mejores argumentos para explicar sus
posiciones, más allá de la pueril descalificación de Laureano Márquez
como humorista o de la "desmesura de la multa", según la óptica de mi
profesor de periodismo interpretativo, reconocido gremialista
(fundador de la Federación Latinoamericana de Periodistas y presidente
del CNP) y director de Últimas Noticias.Ciertamente, el Presidente no
impartió orden para juzgar a Laureano Márquez ni a TalCual; pero bastó
la mención del asunto de la pequeña niña para que los adulantes de
esquina interpretaran a su manera el mensaje de la agresión envuelta
en la aplicación de la ley. Era el trabajo sucio y alguien tenía que
hacerlo. Pasa incluso tal vez en los mejores gobiernos, pero no se
esperaba del defensor de los derechos humanos Tarek Williams Saab ni
del juicioso Jesús Romero Anselmi el silencio atronador como si
estaban a punto de poner en peligro su dignidad.
Está visto que la revolución cuartelaria de los golpistas del 4F y 27N
ha estado engulléndose las reservas morales de quienes ayer reconocían
en un militar a un militar, con sus modales de peinilla y gritos. No
queda nada de estos periodistas.
En su lugar, aparecen otros parecidos aplaudiendo a "la niña robot" en
youtube, para vergüenza de ellos mismos.
miércoles, 28 de febrero de 2007
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